16.2.09

Sala deSespera

Asoc. Española. Dra. Miralles. Viernes 13 de 9.30 a 12.30. Número 6.

[Miro el reloj: 9:23]

Al llegar me percaté de que estaban todos los actores en escena. Solamente faltaba yo en esa sala. Había un asiento libre para mí, que estaba ubicado entre una señora de unos cincuenta y pico y un señor de unos cuarenta aproximadamente con una niña en su falda, que estimo sería su hija. (¡Ufaaa... Los asientos del medio siempre son los últimos en ocuparse!)

Antes de sentarme entregué la orden (ticket, número, o como se llame) en ventanilla. La enfermera me dijo algo con un tono de voz aburrido y apresurado que no me permitió entender claramente en ese momento, pero diez minutos más tarde me dí cuenta que lo repetía a todas las personas que llegaban sucesivamente: "Tome asiento que será llamado cuando sea su turno".

Al girar sentí como las luces del escenario me encandilaban. Al ubicarme en la silla empecé a sentirme observado por el resto de actores y en respuesta a eso también empecé a hacer una toma filmográfica con mis ojos, haciéndole un primer plano a cada uno de los presentes. (¡Había que marcar territorio!) Serían unas nueve personas al principio y después fueron apareciendo más. Mientras registraba cada uno de esos rostros, pensaba: "¿esa por qué vendrá?", "ese abuelito seguro que viene a que le repitan la medicación", "este de al lado traerá a la hija a hacerle un control y la madre estará trabajando", "paaa! ¡qué crecimiento esas raíces, nena!"... No sé, pero desperdicié unos minutos en todas esas boludeces que a uno se le ocurren en una sala de espera.

Cuando terminé de grabar sus perfiles y ellos de analizarme colectivamente, supe que tenía que ponerme a hacer algo para no padecer la típica incomodidad de estar solo ahí. Y como no podía ser de otra manera, recurrí al celular! (¿Acaso vos nunca simulaste leer o escribir un mensaje de texto mientras estabas solo esperando algo o a alguien? ¡Vaaamos! ¡Todos sabemos que esa es otra de las funciones favorables que nos obsequió la tecnología!).

La segunda apelación al entretenimiento fue sacar un libro que llevaba en el morral y ponerme a leer. Como era de esperar, con la extensión panorámica de mi vista detecté como la señora de al lado se inclinó reiteradas veces para intentar colarse a mi lectura. (¡Esto no sucede solo en los ómnibus, siempre hay alguien que chusmea lo que lees! Siempre tuve ganas de dejar algo escrito en una página de un libro, tal como: "déjese de leer mis cosas", para abrirlo en estas ocasiones y exhibírselo disimuladamente a esas habilidosas del reojo).

La lectura se hizo imposible de seguir cuando la niña del otro costado, de unos ocho o nueve años, inició su ataque de aburrimiento (y me atrevería a decir que de "hija única"), diciendo una y otra vez: "Estoy aburrida, Papaaá" y añadiendo saltos, pataleos, y demás movimientos coreográficos... hasta lograr el hastío de su padre. Éste le pedía que bajara la voz, y ella hacía lo inverso. El señor empezaba a fastidiarse, pero lo contenía porque estaba en público y sabía que ese era su momento de protagonismo (quizás no el que hubiese elegido). En un breve instante dejó de mirar a su hija y se encontró con los ojos de un espectador sobre él. El sujeto cambió inmediatamente la dirección de su cabeza y evadió el careo, confrontando finalmente con mi cara levemente sonriente, a lo que respondió con un gesto de lamento elevando ambas cejas.

En el sillón de enfrente había una mujer, rendida sobre el cuero, durmiendo y soñando quién sabe que cosa y con un GRAN detalle: su boca abierta y casi encima del señor aledaño. (¡No me hubiese gustado ser la persona que estaba sentada a su lado y menos a esas horas de la mañana!).

Al rato de estar allí, comienzan a establecerse relaciones. Se escucha a una señora, de esas que les gusta charlar, que le cuenta a otra acerca de las ventajas de ser de la Española, y la que estaba a mi lado me pesca observándola. Pronta, y sospecho que a la espera de ese momento, me pregunta si sé algo de Reiki. Me cuenta de su desempeño en esa materia y me obsequia una tarjeta para cuando quiera "iniciarme" (¡Ese fue el término que usó!).

En el otro sillón había una muchacha de unos veinte años, que estaba llorando silenciosamente. Y ahí todos cambiaron nuevamente el foco de atención. Inclusive escuché un murmullo femenino: "Capáz que está embarazada o tiene algo malo" (¡Como si fueran dos temas con el mismo grado de preocupación!). Una voz maculina, casi cortante, dijo: "vaya a saber uno".

"¿Por qué número van?" me dice un abuelo que hacía rato venía preguntando lo mismo, pero alternando los entrevistados. "Por el cinco", digo yo y me doy cuenta que me quedan pocos minutos para cambiar de escenario y que termine la función. La enfermera: "Nicolás Bermúdez" (uh! ¿?¿? Sí, yo! Nunca me llaman por el segundo nombre)... "Pase al consultorio 3". Y hasta el camarín 3 caminé.

[Miro el reloj: 10:38]

¡¡¡Así es señores... la sala de espera, desespera!!!

12 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno!!!! es asi la espera antes del medico es des- esperante , sobre todo por la gente que trata de buscarte conversación cuando claramente uno esta enchufada con el mp4 para que no - me - molesten jaj en fin !! excelente relato. Vir

Patricia Brazeiro dijo...

jajajaj la verdad q te pasaste luciano jajajaja
esta barabarto eso
y si
la sala de espera es algo completamente paralelo ajjajaja
y desesperante
jajaj

Gogus dijo...

Fantástico relato.
Te juro que me re metí en la historia y lo veia como si lo estuviese viviendo ahora xD
Suerte con tu iniciación al Reiki y que nunca nos falte algún elemento de utilería para hacernos los entretenidos n.n

Nos vemos...

Dr. Marvin Monroe dijo...

Brillante lo suyo, las salas de espera no son para mí, mi celular no tiene juegos decentes =(

Anónimo dijo...

nooooooo
como es eso de HIJA UNICA??????
te metiste conmigo queridooooo ahora vas a veeer muaaaajajajajajajaja

Not just a moustache dijo...

su vida, señor... un cúmulo de disfrutables peripecias


hace años que no conozco las bondades y estreses de esperar para entrar a ser toqueteado por el médico de turno.
Trabajo en una mutualista.
Variopintos beneficios.

Unknown dijo...

La señora que te quiso llevar al PANDO del Reiki se gana todo galardón que podría entregarse a la fauna de esta sala de espera. La mujer que llora, se lleva mi comprensión por lo que fuere.

Lo de la mina con las raíces, bueno, le informo: ahora está de moda que las rubias no-naturales lleven un crecimiento cuidado. OJO: dije crecimiento cuidado, no crecimiento a secas. Es el sutil detalle que diferencia a un jean estilizado por el stonewash y uno gastado por el uso. Madonna, mujer que odio con toda mi alma por varios motivos que oportunamente te he expuesto, se ha dejado las raíces oscuras. Y como ella, miles de mujeres la han imitado.

Órdenes y tickets son palabras que se llaman la una a la otra, como esos viejos que están casados durante décadas y no pueden vivir el uno sin el otro. La diferencia, si bien es sutil, existe. La orden es la que se le entrega al médico por concepto de su consulta (éste luego la canjea por dinero). El ticket, es aquel recibo de exámenes, estudios y demás demases.

La Española, por lo que veo, se ve desprovista del peor ejemplar del mutualismo uruguayo. ¿Dije del mutualismo? Debí haber dicho del Uruguay. Ese mal es LA VIEJA. Un cáncer que azota la república, y entre demás violaciones a los derechos humanos (recordemos que todas son militares dictatoriales en potencia) desconoce números, colas y demás maneras de organizar las pequeñas multitudes que esperan ser atendidas en cualquier lugar. Y encima, como el devenir de los años ayudado por una generosa cuota de hipocondría alimenta el deterioro de la integridad sanitaria de estos especímenes, abundan en los centros asistenciales. Cuando se abre la puerta del médico, aún a sabiendas de que llaman por un X orden (sea de llegada, sea por número), estas se paran, se levantan olvidándose de los quince millones de males que minutos antes te expusieron (y sin conformarse con ello, también te exponen los de la hermana, la hija y el marido), toman la fuerza que esconden y cual FLASH se constituyen en la puerta del consultorio. A veces consiguen su objetivo. A veces no. Ellas son doctoras, saben más que el médico. Te hablan y le hablan al médico como si estuvieran haciendo la residencia en el Clínicas y estuvieran a punto de recibirse. Quizás el mutualismo sea su nicho biológico y en ese hábitat prolifere particularmente, no lo sé.

Debo decir algo, debo decir algo, debo decir algo: YO LEO LAS COSAS POR ARRIBA, EN EL BONDI O EN EL LUGAR PÚBLICO QUE SEA. NO ME MOLESTA POR ENDE QUE ME LO HAGAN A MÍ, SIEMPRE Y CUANDO SEA DISCRETAMENTE. :$

doutet es la palabra de verificación hodierna.

Lolita Presumida dijo...

La gente es mala y comenta mientras otros desesperan.

María Victoria dijo...

Je, muy buen relato!
Además de ser gracioso y de transportarte al momento, creo que resume todo lo que te incomoda en una sala de espera.
La mirada de la gente.
La constante posibilidad de que al extraño de al lado se le ocurra sacar un tema aburrido o volado sobre el cual no te interesa en lo más mínimo conversar.
La falta de amabilidad por parte del personal.

Yo odio ir al médico sola!
Siempre que estoy ahí me planteo que sería mejor, si ser yo, con mi cara de niña de 16 (nunca me dan ni 18, aunque tengo 20)y mi modo amable o convertirme durante ese rato en una cara de culo total para evitar miradas, comentarios y malos tratos... Funcionaría?
Veo que tu blog es bebé todavía, pero está muy bueno, tenés un modo muy original, así que dale para adelante. Yo soy adicta a los blogs, y ya estás en mis favoritos. ;D

P.D. No dejo de descubir que sos amigo de todo el mundo que conozco!!

María Victoria dijo...

P.D.: Bianca es mi álter ego bloggero, soy vicko cambre por las dudas...

Anónimo dijo...

jaja que buen relato! congrats lu! seguí así!!

Ava G. dijo...

no te cruzaste con magurno?